Existen documentos en los que se explica que en los Juegos de la Antigüedad -entre los años 300 y 600 d.C.-, junto al lanzamiento de disco y jabalina, se lanzaba una bola de hierro asida con un corto cable de acero. Sin embargo, resulta aventurero afirmar que este es el primer referente de esta disciplina. No existe más documentación hasta el siglo XVII, cuando recuperaron este lanzamiento en las islas británicas.
En Escocia, con motivo de la celebración anual de los “Highland Games”, apareció por primera vez el lanzamiento de martillo junto a otras pruebas muy exigentes y espectaculares, como el lanzamiento de peso, lanzamiento de tronco de gran dimensión y la tracción a cuerda entre equipos.
Durante los siglos XVII y XVIII existían dos tipos de artefactos. Uno de ellos consistía en un bloque de hierro muy pesado con una cadena muy corta, de unos 30 cm. El otro era una bola adosada a un palo cilíndrico que tenía una anilla en el otro extremo para colocar las manos. El lanzamiento consistía en sujetar con las dos manos el martillo y volteándolo varias veces sobre la cabeza, lanzarlo lo más lejos posible sin efectuar ningún giro con el cuerpo.
En 1828 hubo un intento de unificar y regular esta disciplina, dándole un formato más acorde al que hoy está en vigor. Pero, debido a la rivalidad entre clanes, fue muy difícil conseguirlo.
La primera plusmarca reconocida fue la del británico Adam Wilson con un lanzamiento de 17,74 metros el 10 de mayo de 1828. El martillo que se utilizó fue muy similar al actual.
Disciplina olímpica
La primera aparición del lanzamiento de martillo en unos Juegos Olímpicos fue en París en 1900. El vencedor fue John Flanagan, de origen escocés, que detentó en 18 ocasiones la plusmarca mundial y venció en los dos siguientes JJOO celebrados en Sant Louis y en Londres.
No fue hasta un siglo después, en los JJOO de Sídney, cuando apareció la disciplina de lanzamiento de martillo femenino.
Una de las primeras decisiones de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) en su fundación en 1911 fue la homologación de las marcas que tuvieran cierta veracidad. Así, el primer record mundial oficial fue del británico Pat Ryan con una marca de 57,77 metros, lograda en Nueva York el 17 de agosto de 1913.
Actualmente los records mundiales corresponden a Yuriy Sedykh, con 86,74 metros en 1986, y a Anita Włodarczyk, con 82,98 metros en 2016.