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El pasado sábado aplaudíamos la medalla de plata de Ruth Beitia en el Campeonato de Europa Indoor de Belgrado, su sexto metal continental bajo techo. ¿Pero por qué saltan el listón de espaldas? Aunque a día de hoy nos parezca impensable otro estilo, la explicación se remonta a hace casi medio siglo y cuenta con un nombre propio: Dick Fosbury. En los Juegos Olímpicos de México ’68, este atleta revolucionó la forma de atacar el salto de altura, ya que hasta entonces se utilizaban técnicas frontales como el rodillo ventral o el salto a tijera. La asimilación del estilo propio de Fosbury por el resto de saltadores de élite ha motivado que incluso el reglamento se haya tenido que adaptar a esta técnica.
En México, el estadounidense Fosbury saltó 2,24 metros y ganó el oro, aunque no batió el récord del mundo del momento, situado en 2,28 metros y logrado por Valeri Brumel con la técnica del rodillo ventral. Fosbury dejó al público boquiabierto con su novedosa técnica ya que nadie la había visto todavía en una competición del más alto nivel, pero para su audacia contribuyó la popularización por aquel entonces de las colchonetas, que minimizaban notablemente el riesgo de lesiones. El actual récord del mundo lo posee el cubano Javier Sotomayor, que en 1993 saltó 2,45 metros en Salamanca.
Del semicírculo al rectángulo
En la década de los 60 triunfaba el estilo del rodillo ventral, que exigía una carrera de toma de impulso más oblicua al listón y zona de caída. El reglamento de aplicación de la IAAF hasta 2015 establecía que el pasillo de impulso debía ser un medio círculo en torno al centro de la distancia entre saltómetros, que es de 4 metros, con un desarrollo mínimo de 15 metros, 20 metros para competiciones de alto nivel y, donde las condiciones lo permitieran, de 25 metros.
El hecho de que ya ningún atleta utilice esta técnica y haya sido sustituida por el llamado ‘Fosburi Flop’ ha propiciado que el reglamento se modifique sensiblemente, cambiándose el pasillo de toma de impulso de un semicírculo a un rectángulo.
El Reglamento de la IAAF 2016/2017 establece que dicho rectángulo debe tener un frente de 16 metros, 8 a cada lado medidos desde el centro de la distancia entre saltómetros, con un desarrollo mínimo de 15 metros y 25 metros para competiciones de alto nivel. Si se estuvieran utilizando dos zonas de caída al mismo tiempo, la distancia mínima entre estas será de 10 metros.
El año que viene se cumplirán 50 años del revolucionario salto de Fosbury en México. No fue la única leyenda de esos Juegos Olímpicos: Bob Beamon firmó un salto de longitud estratosférico de 8.90 metros. Los jueces tuvieron que utilizar la cinta para fijar el récord ya que el medidor óptico no estaba preparado para cubrir esa distancia. Pero esa es otra historia.