Artículo escrito por Leonor Gallardo y Javier Sánchez.
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Leonor Gallardo Guerrero. Profesora Titular de la Universidad de Castilla- La Mancha (Acreditada a Catedrática), lidera el grupo de investigación en la UCLM, dedicado al estudio de la Investigación en Gestión de Organizaciones e Instalaciones Deportivas (IGOID). – www.investigaciónengestióndeportiva.es – laboratorio acreditado por ENAC para superficies de césped artificial y es CEO de la Spin Off IGOID-SPORTEC. Conferenciante y ponente habitual en temas de gestión deportiva.
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Javier Sánchez Sánchez, profesor de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte e investigador de la Escuela de Doctorado Internacional de la Universidad Europea de Madrid. Miembro del Grupo de investigación IGOID, de la Universidad de Castilla-La Mancha.
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Numerosos factores contribuyen a la adquisición de contenido mineral óseo durante las etapas de crecimiento en los niños. Investigaciones previas han evidenciado una mayor calidad ósea en niños que desempeñan algún tipo de actividad física. Sin embargo, ese carácter multifactorial del desarrollo óseo está también influenciado por factores extrínsecos como la superficie deportiva sobre la que se desarrolla la actividad. De hecho, deportes caracterizados por un impacto reducido o en ausencia de gravedad, como la natación, presentan limitaciones en la adquisición de contenido mineral ósea con el consecuente incremento de padecer osteoporosis en la edad adulta.
Una vez detectada esta heterogeneidad entre modalidades deportivas en cuanto a desarrollo óseo se refiere, el Grupo IGOID, de la Universidad de Castilla-La Mancha destinó sus esfuerzos a indagar en la influencia de la superficie de juego y su comportamiento mecánico sobre este indicador de salud en la población infantil. Estas investigaciones revelaron una incidencia directa de las propiedades mecánicas de los pavimentos de juego sobre la adquisición de una adecuada densidad mineral ósea en niños. La práctica deportiva produce tensiones mecánicas sobre los huesos de las extremidades inferiores, debido a las fuerzas de reacción que ejerce el suelo hacia el jugador. Ese efecto tensor provocado por la superficie de juego puede ser cuantificado a través de la evaluación de la absorción de impactos, la deformación vertical y la energía de restitución:
- Absorción de impactos: Es la capacidad de un material de disminuir el efecto de las fuerzas de impacto, a través de la absorción y la disipación de energía. Está directamente relacionada con la capacidad de protección del usuario frente a impactos, tales como la carrera, los saltos y las caídas. Una superficie con poca absorción de impactos podría causar lesiones en el jugador. Sin embargo, una absorción de impactos alta reducirá el rendimiento deportivo, debido a un aumento de la fatiga del jugador en caso de exceder los límites normativos.
- Deformación vertical: Es la alteración del pavimento tras un impacto, es decir, la disipación de energía de un impacto sobre el mismo, provocando pérdidas de equilibrio laterales en los deportistas, debido, sobre todo, a un comportamiento inesperado. Por tanto, una deformación de la superficie deportiva alta ayuda a amortiguar los impactos, pero puede llegar a producir inestabilidades, provocando movimientos articulares inesperados y pudiendo resultar en posibles lesiones, como esguinces de tobillo.
- Retorno de energía o energía de restitución: Es la energía devuelta por la superficie tras un impacto. Esta propiedad no se encuentra recogida en los requerimientos normativos establecidos por diferentes organismos reguladores, aunque investigaciones previas, lo sitúan como una variable determinante en la seguridad y funcionalidad de las superficies deportivas.
Los protocolos de medición de estas propiedades mecánicas en pavimentos de diferentes características aparecen detallados en diferentes normativas establecidas por órganos reguladores específicos de modalidades deportivas, como FIFA o World Rugby, o implantadas a nivel global, como las normativas UNE-EN 14904:2007, para pavimentos de interior o la norma UNE-EN 15330-1:2014, para superficies de hierba artificial de uso exterior. Estas tres variables determinan la capacidad de amortiguación de un pavimento y con ello, el impacto recibido por un jugador, durante la práctica de su deporte. La magnitud de este impacto estará directamente correlacionada con el desarrollo osteogénico del deportista. Los últimos resultados de investigaciones sobre niñas deportistas han evidenciado mayores niveles de contenido y densidad mineral ósea en aquellas deportistas que practicaban un deporte desarrollado sobre una superficie con menores niveles de absorción de impactos y deformación vertical.
Sin embargo, se debe tener en cuenta el incremento en el riesgo de lesión articular en aquellas superficies que presentan elevados niveles de dureza. Por ello, es recomendable desempeñar la práctica deportiva sobre una superficie de juego que cumpla con los requerimientos normativos para deporte comunitario, de cara a garantizar, por un lado, unos niveles de dureza adecuados para optimizar la adquisición de masa ósea y por otro, una amortiguación suficiente para reducir el riesgo de lesión de los deportistas. En este sentido, la certificación y homologación de las superficies deportivas resulta indispensable en términos de salud infantil.
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Las informaciones y datos reflejados en este artículo provienen por parte de sus autores, Leonor Gallardo y Javier Sánchez.